Buenos días -dijo el principito- Buenos días -contestó el guardaagujas-¿Que haces aquí? -preguntó el principito -Escojo los viajeros por paquetes de mil -informó el guardaagujas-. Expido los trenes que se los llevan, tan pronto a la derecha como a la izquierda. Y un expreso, iluminado, rugiendo como el trueno, hizo temblar la cabina de entrada en agujas -Llevan mucha prisa -dijo el principito-. ¿Qué buscan? -El hombre mismo de la locomotora lo ignora -repuso el guardaagujas. Y un segundo expreso rugió, iluminando en sentido inverso. -¿Regresan ya? -comentó el principito -No son los mismos. Es un intercambio. -¿No estaban contentos donde estaban? -Uno no está nunca contento donde está -sentenció el guardaagujas...
Y rugió el trueno de un tercer expreso iluminado. -¿Es que persiguen a los primeros viajeros? -preguntó el principito. -No persiguen nada en absoluto -explicó el guardaagujas-. Duermen allí adentro, o bien bostezan. Tan sólo los niños aplastan su nariz contra las ventanillas. -Tan sólo los niños saben lo que buscan -suspiro el principito-. Pierden su tiempo por una muñeca de trapo, y llega a ser tan importante que si se las quitan, lloran...-Suerte que tienen -opinó el guardaagujas (...)
No sé si quiero volver a ser un chico, tampoco tuve el genuino deseo de querer volver a la secundaria, donde las cosas eran más fáciles y las responsabilidades casi nulas. Pero sí sé, que el niño que llevo adentro nunca calla (gracias cultura profética), que el niño está todavía ahí y que no tengo intenciones de que se vaya NUNCA.