En esta situación embarazosa el estudiante descubre que mientras esté consciente de sí mismo no puede -obviamente- estar inconsciente de sí mismo. Cuando trata de olvidarse de sí mismo, recuerda que él está tratando de olvidar. Por otra parte, cuando puede olvidarse de sí mismo al ser absorbido por las tareas diarias, descubre que las cosas lo manejan y que él les responde no en forma espontánea sino por el hábito socialmente condicionado. Está representando su papel inconscientemente, y todavía no muestra su cara original. El maestro no le permite escapar hacia esta inconsciencia, pues cada enfrentamiento que tiene el estudiante le hace recordar dolorosamente su torpe yo. Gracias a estos procedimientos el estudiante queda al fin convencido de que su ego, el yo que él ha creído ser, no es más que un muestrario de costumbres o reacciones artificiales. Por más que se esfuerce, nada puede hacer por ser natural, por soltarse a sí mismo. (...)"
Alan W. Watts