La palabra "trance" está muy bien aplicada, mientras los tambores suenan uno se va compenetrando con el ritmo y la dirección de la música hace que te pierdas en tu interior, para volverte a encontrar danzando sin parar en un lugar donde a todos les pasa lo mismo.
Es una sensación única.
Vibrante.
De esas que te pegan en la panza.
Como un ecualizador de bandas que suben y bajan.
No los puedo dejar de mirar, me siento inmediatamente atraído por el sistema de señas que utilizan para manejar la improvisación - si es que tal cosa es realmente posible -.
"Si mirás al director te enganchás más" me dicen, y es cierto.
Recuerdo cuando iba a clases de teatro y la pauta era perder el miedo al ridículo... intentar quitarse el "eso no se hace" o quitar la mirada condicionante del otro para ser uno mismo, con la menor cantidad de restricciones posibles.
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Cuanta libertad...
Comparo situaciones: Teatro - Bomba
Un escenario que explota
Gente Bailando
Danza tribal
Nadie te está mirando, podés saltar, podés gritar, podés bailar como se te cante
Nunca estuvo prohibido...
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Termina todo a las 22:00
La bomba estalló definitivamente dejándonos a todos con la sensación de la onda expansiva, como un viento enorme que nos barrió de la calle por la que pasamos todos los días y que la modificó.
La sensación propia y común de haber vivido esas horas y que sólo puedo transmitir con miradas, las palabras, una vez más, sobran.
Vuelvo a casa cansado, pero con la sensación de que algo me corre por las venas, las piernas tiran y me recuerdan que estoy vivo y creo que no hay manera mejor de comenzar la semana.