miércoles, 16 de abril de 2008

La Niebla

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Era en Abril.
La niebla con su olor a quemado caía sobre las calles tapándolas.

Juana Hidalgo preparaba la cena. No concebía la vida sin el trabajo; el cual le había dado los medios para llegar a la vejez.
Desde que era adolescente - desde que recordaba - labró su camino ya sea lavando ropa para doña Jacinta - una mulata con aspecto colonial - o fregando los pisos del museo de ciencias naturales, al cual despreciaba por sus fondos con olor a formól y por su colección de arañas que le generaban pánico.
Hoy, ya pasando los sesenta y tantos, recordaba con nostalgia cada vez que podía a los muertos de su familia, mientras se sumía en los quehaceres domésticos.
Vivía en una casa de color húmedo pintada hacía ya veinte años; los muebles, heredados, contenían partes de su árbol genealógico; y los cuadros que colgaban en las paredes mostraban lo que alguna vez tuvo significado.
Para el resto de la gente era una vieja solitaria, pero ella convivía con el fantasma de su hermano con el que mantenía largas conversaciones a la luz agotada del cabo de las velas.
Afuera la niebla continuaba engordando, ocupando las entradas de los edificios, las cocheras y las garitas.

Ignacio solía frecuentar los bares de Callao.
Una noche entre tantas que pasaron desapercibidas, conoció a Lorena.
Lorena era una muchacha joven, de pelo ondulado y mirada franca.
Lorena, como confundida, se sentó a la mesa y, sin dirigirle palabra, pidió un cortado; lo tomó rápidamente y al momento de pagar, le dirigió a Ignacio una mirada fugaz, notando que él la miraba insistentemente.
Apelando a la soledad que lo hacía esperar logró convencerla de tomar un segundo café bien conversado.

La niebla avanzó hasta llegar a los diarios locales que, fútilmente, intentaban explicar el extraño fenómeno, entrevistando a expertos de distintas regiones.

Doña Juana preparaba la cena.

Ignacio esa noche, inspirado, invitó a Lorena a cenar; ella, sorprendida, se hizo rogar y finalmente accedió.

La niebla amenazaba con envolver a la pareja que caminaba en silencio.

El timbre sonó, Juana abrió la puerta y vió a una muchacha joven, de pelo ondulado y mirada franca.

La niebla entró en la casa y fué el fin.

sábado, 5 de abril de 2008

Sábado 00:18 hs

"No puedo parar de reír..."
"te miro y me río"
"pará de reirte"
"son impresentables"
"chicos, chicos, paren"

y los demás la tuvieron que remar sin entender nada mientras nosotros convulsionabamos de risa

miércoles, 2 de abril de 2008

Las Cuarenta




Letra: Francisco Gorrindo
1937

Con el pucho de la vida apretado entre los labios,
la mirada turbia y fría, un poco lerdo el andar,
dobló la esquina del barrio y, curda ya de recuerdos,
como volcando un veneno esto se le oyó acusar.

Vieja calle de mi barrio donde he dado el primer paso,
vuelvo a vos, gastado el mazo, inútil barajar,
con una llaga en el pecho, con mi sueño hecho pedazos,
que se rompió en un abrazo que me diera la verdad.

Aprendí todo lo bueno, aprendí todo lo malo,
sé del beso que se compra, sé del beso que se da;
del amigo que es amigo siempre y cuando le convenga,
y sé que con mucha plata uno vale mucho más.

Aprendí que en esta vida hay que llorar si otros lloran
y, si la murga se ríe, hay que saberse reír;
no pensar ni equivocado...
Para qué!? si igual se vive!
Y además corrés el riesgo de que te bauticen gil!

La vez que quise ser bueno en la cara se me rieron;
cuando grité una injusticia, la fuerza me hizo callar;
la experiencia fue mi amante; el desengaño, mi amigo...
Toda carta tiene contra y toda contra se da

Hoy no creo ni en mí mismo... Todo es grupo, todo es falso,
y aquél, el que está más alto, es igual a los demás...
Por eso, no has de extrañarte si, alguna noche, borracho,
me vieras pasar del brazo con quien no debo pasar...



Y sí, me gusta el tango...
me lo pegaron mis abuelos desde chiquito.
mi abuelo particularmente en noches tranquilas en su pieza, pasabamos horas escuchando casettes del año del jopo con tangos y recitados, grabados en jodas que me imagino similares a las mías.

Este tango está interpretado por Charlo que era uno de sus cantores favoritos y, también, uno de los míos.

Salud

El Observador